Senji Nakajami es un empresario japonés de 61 años de edad que está casado y tiene dos hijos, pero no convive con su familia porque su trabajo le obliga a vivir en Tokio. Ante esta soledad, decidió comprar una muñeca y la bautizó como Saori.
Un par de meses después de comprar la muñeca, Nakajami sintió que esta empezaba a desarrollar personalidad propia y todo cambió. Saori se convirtió en su novia.
»Ella nunca me traiciona. Estoy cansado de los humanos racionales modernos… no tienen corazón. Para mí, ella es más que una muñeca. Necesita mucha ayuda… pero sigue siendo la pareja perfecta con quien comparto momentos preciosos y enriquece mi vida», explicó el empresario.
Nakajami ha encontrado la felicidad gracias a su novia. La lleva a pasear en silla de ruedas, a comprarle vestidos elegantes y se ocupa de bañarla, vestirla y duerme con ella.
Una muñeca de silicona puede costar unos 5.000 dólares o más y el precio sigue en aumento a medida que las relaciones íntimas con objetos comienza a ponerse de moda en Asia.
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